El alumno es culpable a menos que se demuestre lo contrario

Este post forma parte de Menear los cimientos de mi aula, una serie de posts dedicada a compartir acciones y dinámicas que contribuyen a “menear” la relación de poder en mi aula.

En los centros educativos tendemos a normativizar todo lo normativizable, y parte de lo no normativizable también. Más vale prevenir que curar, dice el dicho. ¿Pero qué significa prevenir en clave de la convivencia en los centros educativos? Establecer reglas de juego es necesario, pero quizá no tanto, o no tal y como venimos haciéndolo. Si una norma no se cumple sistemáticamente, ¿qué función tiene? Si los profesores somos los primeros que no podemos (ni queremos) hacer cumplir la norma, ¿qué función tiene? O lo que es más importante, ¿qué mensaje damos? ¿qué dinámicas se generan en el centro?

La disciplina suele ser un tema controvertido, con los alumnos y también entre los docentes. Un exceso de reglas a veces, unas normas que no responden a necesidades significativas o que no son compartidas por alumnos y docentes otras, y la inevitable artesanía que requiere aplicar un conjunto finito de reglas a un conjunto infinito de situaciones hace que la resolución de conflictos suela ir acompañada de cierto ambiente enrarecido, opaco o confuso.

Tengo poca experiencia, pero a mi entender, deberíamos ser prudentes a la hora de establecer normas. Ser estrictos en el cumplimiento de reglamentos que la realidad nos demuestra cada día que son difíciles de cumplir puede generar dinámicas en el centro contrarias a las que se quiere dar solución. Recomiendo el artículo Se portan mal y no pasa nada! de Boris Mir.

Simplificando (demasiado), estos factores contribuyen a separar a los alumnos de los profesores, y a los profesores de los alumnos. Se forman dos bandos, aquellos que han de cumplir las normas y aquellos que las hacen cumplir. Y honestamente, no me sentiría cómodo perteneciendo a ninguno de ellos.

Este escenario forma parte de la construcción de significados a la que se refiere @alazpita en un post “No es fácil”. A menudo se espera de la Escuela discipline, controle y castigue, dónde los docentes se nos reserva el papel de ejecutores. Sin previo aviso, esa construcción de significados me sitúa en una posición incómoda, al acecho del incumplimiento de normas que, dicho sea de paso, a menudo ni tan sólo comparto. Y metido en el papel, sin saberlo, me he sorprendido a mí mismo actuando como si el alumno fuera culpable a menos que se demuestre lo contrario. Una especie de autodefensa docente, cosa que sitúa al alumno en una posición de autoculpabilidad crónica.

Charlando sobre esto con mi compañero Boris Mir fue cuando me dijo una frase que me ha acompañado todo el curso,

Sergi, esto nuestro no va de tú contra ellos, sino de tú y ellos contra la ignorancia.

Esa frase provocó un clic en mi cabeza que me ha hecho afrontar mi relación con los alumnos de otro modo. No sé dar ejemplos concretos dado que se trata más de una actitud o cambio de perspectiva.


Ese cambio de perspectiva pasa por dejar de culpabilizar a los alumnos y apelar a su responsabilidad, modificar esa postura de “el alumno es culpable a menos que se demuestre lo contrario” hacia una relación que asuma que nadie quiere ser un cretino deliberadamente, nadie quiere no aprender. Esto puede parecer una obviedad, y quizá lo sea, pero lo cierto que resulta difícil dejar de enseñar como fuimos enseñados, o mejor dicho, resulta difícil cambiar “esas cosas que son así“, que parecen fuera de discusión.

He tratado de actuar consecuentemente en cualquier ámbito: actividades y dinámicas de aula, tutoria, evaluación, trato con los alumnos, resolución de conflictos, relación con mi equipo docente, etc. Procuro no tomarme la desatención o la dispersión en el aula como algo personal, nunca lo es. Intento mirar a los alumnos individualmente para intentar comprender por qué François y Emmy no participan, o por qué Blaise no respeta el turno de palabra de sus compañeros, o por qué Kurt…

Se aprende a través del ejemplo, no de la palabra, por eso ante a un mal comportamiento intento evitar el sermón, procuro poner espejos frente a los alumnos, busco compromisos y alimento complicidades dentro del grupo. Me resultaron de utilidad los consejos de Boris: (1) que el alumno reconozca la culpa, (2) que repare el daño en la medida de lo posible y (3) que pida perdón a quien sea oportuno.

Como dice @alazpita “cuando se proponen cambios metodológicos que menean los cimientos del sistema, la mayoría de los alumnos responden positivamente, pues no han perdido la curiosidad, las ganas de aprender y de disfrutar en ese proceso”. Mi manera de entender la relación con los alumnos ha cambiado, y el feedback que recibo de ellos hace que quiera seguir adelante.

Todos los alumnos desean aprender, aunque haya quien no lo sepa o no quien no se preocupe por mostrarlo. Nadie quiere ser un cretino, y si se dan las condiciones oportunas todo el mundo quiere dejarse ayudar.

Créditos: Las imágenes son de Felice Varini.
Posts de la serie Menear los cimientos de mi aula

[Intro] Menear los cimientos de mi aula
Sergi, ¿podemos escoger con quien nos sentamos?

El alumno es culpable a menos que se demuestre lo contrario

– Sergi, ¿y esto para qué me servirá?
– Sergi, ¿si sé que estará mal para qué responder?
– Sergi, ¿¡pero esto se puede hacer!?

– Esto no tienen nada que ver conmigo

– Sergi, ¿esto cuenta para la nota?
– Aprender haciendo

 

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