Sergi, ¿podemos escoger con quien nos sentamos?

Este post es el primero de Menear los cimientos de mi aula, una serie dedicada a compartir acciones y dinámicas que contribuyen a “menear” la relación de poder en mi aula.

Siempre que sea posible, los títulos de esta serie harán referencia a preguntas de mis alumnos, que dicho sea de paso, son preguntas que hacen casi todos los alumnos (léase personas) del mundo.

La orografía del aula es una discusión recurrente. ¿Pueden los alumnos sentarse dónde y con quien quieran? ¿Cómo se distribuyen las mesas? ¿Las decisiones son compartidas o impuestas? ¿Quien las toma? ¿Se comparten-explican los criterios?

Decidir cómo y dónde se sientan los alumnos es una tarea que habitualmente recae en los docentes, de algún modo, forma parte de nuestra cuota de poder. Escoger la distribución de las mesas y el agrupamiento de los alumnos en ellas puede parecer irrelevante, e incluso fuera de discusión, pero quizá ahí radique su importancia.

U hacia adentroConversación

Una demanda eterna, ¿podemos escoger con quien nos sentamos?

Un interrogante que surge curso tras curso, una voluntad no resuelta. Una pregunta cuyo intento de réplica me conduce a un conjunto de vagas explicaciones que puede resumirse con un “las cosas son así”, que es lo que uno dice cuando no tiene alternativa. Siento que me desacredito frente a mis alumnos, cosa que lamento profundamente, cada vez que no puedo (o no sé) explicar el porqué de una decisión. Aitor Lázpita me ha hecho pensar que cuando las cosas son así es probable que en ese preciso momento esté asumiendo como propio el discurso que emana del poder.

Pero, ¿por qué demonios (didácticos) las cosas son así?

No tengo inconveniente alguno en que se sienten dónde y con quien quieran, mi objetivo es su aprendizaje, y la orografía del aula no me parece un impedimento, más bien al contrario. ¿No se trata en realidad de una oportunidad para comprometer y responsabilizar? ¿Por qué no pueden sentarse (nunca) con quien quieren? O dicho de otro modo, ¿por qué deben sentarse (siempre) con quien no quieren?

Hay alumnos que van solos, otros aprenderán a gestionar su autonomía, pero… ¡ah! ¡Leonhard, René y Maria Gaetana quieren sentarse juntos para liarla! Mmm… quieren sentarse juntos pero no saben sentarse juntos… Quizá pueda dejar que se equivoquen, no en plan #telodije, sino más bien en plan #quehacemoshoraquesabemosquenosabemos. Tanto ellos como yo queremos que se sienten juntos (sic), ¿qué podemos hacer para solucionar esto? ¿No es esta una situación de aprendizaje ideal?

¿Qué he hecho en mi aula este curso?

Antes de iniciar (casi cualquier) sesión suelo pedir a algunos alumnos si serian tan amables de ayudarme a colocar las mesas. La distribución la fijo yo siguiendo criterios funcionales (o didácticos, según se mire) en base a la actividad, en las fotografías se intuyen diferentes opciones: grupos de 2, 3, 4, u hacia dentro, u hacia fuera, individual, libre…

Las espacios condicionan lo que puede suceder en ellos. Modificar la disposición de las mesas es un mensaje en sí mismo, creo que es una manera más de singularizar las actividades.

En relación al agrupamiento de los alumnos tengo un único criterio: el cambio de criterio. La mayoría de sesiones se sientan con quien quieren, pero otras tantas usamos agrupamientos distintos: escogen una pareja o grupo distinto al habitual, escogen una pareja y completo grupos de cuatro, se agrupan por intereses personales relacionados con la actividad o con el rol a desempeñar, usamos el agrupamiento pactado con el equipo docente…

No es fácil, es coherente

Esta manera de gestionar esta cuota de poder no está exenta de dificultades, tampoco creo que sea más fácil (o difícil) que otras alternativas, pero sin duda es más coherentes con la relación que quiero establecer con mis alumnos. Puedo explicarla, discutirla y modificarla.

Un compañero me dijo una vez que el poder se otorga y la autoridad se gana. Actuando de este modo no ejerzo el poder que (supuestamente) me otorga el rol docente, lo transformo en responsabilidad y compromiso de y con mis alumnos, y a su vez, gano autoridad frente a ellos.

Comentarios destacados

30/7/14 @Txaumell:

Continuo pensant que amb aquestes dinàmiques no et guanyes cap autoritat (el terme no m’agrada gens) sinó que prediques amb l’exemple. Poses en pràctica un model de convivència i d’exercici de democràcia: responsabilitat i compromís per part de tots.

Hay palabras “pervertidas” de la cuales tenemos una definición en nuestra “mochila” que altera su significado completo. En cualquier caso, las palabras no son importantes, lo son lo hechos, los ejemplos, como tu dices.

Poder es sin duda una de esas palabras pervertidas, maldita incluso. Pero lo cierto es que el poder existe, el DIEC lo define como “la facultad de hacer alguna cosa”. Entiendo tu punto, pero el poder no es intrínsecamente nocivo. Otra cosa es que el poder corrompa. El médico tienen la facultad (el poder, puede) de tratar patologías y sugerir tratamientos.

La autoridad no es lo mismo que el poder. Me encanta la frase “el poder se otorga y la autoridad se gana”. El poder va con el cargo, pero la autoridad hay que ganársela con el ejemplo. El médico tiene el poder de tratar a sus pacientes, pero su autoridad se dirime con la gestión que haga de ese poder. Es fácil confundir el sustantivo (autoridad) con el adjetivo (autoritario).

30/7/14 @jfontgon:

El problema és la convivència amb altres ideologies en l’equip docent…

Posts de la serie Menear los cimientos de mi aula

[Intro] Menear los cimientos de mi aula
– Sergi, ¿podemos escoger con quien nos sentamos?

El alumno es culpable a menos que se demuestre lo contrario
– Sergi, ¿y esto para qué me servirá?
– Sergi, ¿si sé que estará mal para qué responder?
– Sergi, ¿¡pero esto se puede hacer!?
– Esto no tienen nada que ver conmigo
– Sergi, ¿esto cuenta para la nota?
– Aprender haciendo


49 comentaris

  1. Sergi,

    Continuo pensant que amb aquestes dinàmiques no et guanyes cap autoritat ( el terme no m’agrada gens) sinó que prediques amb l’exemple. Poses en pràctica un model de convivència i d’exercici de democràcia: responsabilitat i compromís per part de tots. Felicitats per la nova secció (olé tus h…!). Gràcies per compartir les reflexions

    1. Gracias por tu comentario Jaume.

      Hay palabras “pervertidas”, de la cuales tenemos una definición en nuestra “mochila” que altera su significado completo. En cualquier caso, las palabras no son importantes, lo son lo hechos, los ejemplos, como tu dices.

      El poder es sin duda una de esas palabras pervertidas, maldita incluso. Pero lo cierto es que el poder existe, el DIEC lo define como “la facultad de hacer alguna cosa”. Entiendo tu punto, pero el poder no es intrínsecamente nocivo. Otra cosa es que el poder corrompa. El médico tienen la facultad (el poder, puede) de tratar patologías y sugerir tratamientos.

      La autoridad no es lo mismo que el poder. Me encanta la frase “el poder se otorga y la autoridad se gana”. El poder va con el cargo, pero la autoridad hay que ganársela con el ejemplo. El médico tiene el poder de tratar a sus pacientes, pero su autoridad se dirime con la gestión que haga de ese poder. Es fácil confundir el sustantivo (autoridad) con el adjetivo (autoritario).

      Gracias de nuevo,

      Sergi

      * He respost en castellà per si algu vol afegir-se a la conversa.

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